“Lo traumático no está en el evento en sí, sino en la experiencia que yo tenga de ese evento”, explica en diálogo con CBA Viva Luciana Arrimada, psicóloga especializada en niños quien asegura que la manera en la que el adulto acompañe a los más pequeños de la familia condiciona su capacidad para afrontar y superar esta experiencia potencialmente traumática.
“Esta diferencia nos deja el margen para actuar, para acompañar de una forma que ayude justamente a que los pequeños no desarrollen traumas frente a estos eventos”, sigue y afirma: “Nosotros, como adultos, somos los organizadores de esa experiencia para el niño. El papel del adulto como cuidador, como compañía del niño, va a ayudar, entre otras cuestiones, a que no desarrollen trauma frente a esta situación, que igual va a ser difícil y le van a generar emociones complicadas a acompañar, pero no un trauma”.
Incendios y niños: consejos para adultos
“Como adulto lo más importante es estar. La compañía, el contacto físico, acompañar al niño o niña que está atravesando este evento, ayudarlo a organizar la experiencia hablando, respondiendo sus dudas, calmando las emociones, acompañando, eso va a hacer la diferencia”, precisa Luciana.
“Las investigaciones científicas nos llevan a lo simple, nos cuentan que en momentos donde nuestro cerebro identifica que está en peligro nuestra vida o la de seres queridos, se activa nuestro sistema nervioso autónomo. Nuestro cuerpo manifiesta señales como temblores, agitación, empieza a latir muy fuerte el corazón, hay miedo, susto, tristeza, enojo”, detalla y sigue: “Y justamente en estos momentos nuestro cerebro produce cortisol, una hormona que se libera frente al estrés. El cortisol sube un montón en estos momentos y la ciencia encontró que lo que hace que bajen los niveles de cortisol es otra hormona, la oxitocina ¿y cómo se produce la oxitocina? Con el contacto piel a piel con alguien que me quiera”.
“Un abrazo, una caricia, un mimo, estar piel a piel con alguien que yo considere que me da seguridad y confianza, baja nuestro nivel de estrés inmediatamente”, insiste y apunta también en el rol fundamental de la comunidad para reducir niveles de estrés.
“Psicológicamente sentirnos contenidos y abrazados por la comunidad es lo mejor que nos puede pasar en estas situaciones, sobre todo porque el trauma es una situación que nos hace sentir que nuestros recursos no son suficientes para afrontar lo que nos toca, nos hace sentir indefensos, y la ayuda de la comunidad, el papel de los bomberos y toda esa ayuda hace que nos sintamos menos indefensos. La sensación de comunidad y de unión es una de las mejores prevenciones ante el trauma en niños, y en adultos”, sostiene.
– ¿Qué ocurre cuando el adulto no está en condiciones de proporcionar esa seguridad y tranquilidad al niño?
– Puede pasar que el adulto en ese momento esté un poco movilizado o indefenso, porque como adultos por supuesto también nos cuesta enfrentar estas situaciones, pero no importa. Simplemente poder estar ahí, en contacto, en cercanía a ese niño o niña ayuda. Después, cuando logremos calmarnos, cuando nosotros también podamos tranquilizar un poco nuestras emociones, se hablará con ellos del tema, se les preguntará qué sienten, siempre validando sus emociones.
– Y la hora de hablar con los niños… ¿Qué pasa cuando nos hacen preguntas que genuinamente no podemos responder, o sabemos que la respuesta no es buena?
– Siempre, lo que se recomienda, es decir la verdad, porque tarde o temprano vamos a tener que enfrentarla. Si se ha perdido algo en la casa, el niño lo va a ver, el niño lo va a buscar y se va a enterar que no está. Siempre con la verdad, pero no la verdad dura y fría, la verdad en un lenguaje que, de acuerdo a la edad del niño o niña, puede entender y dicha en un momento en el que el pequeño no esté alterado. Lo principal es calmar las emociones, que el niño esté tranquilo y cuando se sienta de nuevo seguro, ahí se puede dialogar un poco más de estas cosas.
Otro aspecto importante a considerar en estas situaciones, es brindar “la cantidad de información que realmente el niño necesite saber, y no exponerlo a información que lo pueda dañar y que sea innecesaria para él”.
Aquí, limitar el acceso de los más pequeños a los noticieros y otros medios de difusión, es muy importante. “El niño debe acceder a la información a través de los adultos, no mediatizar, nosotros debemos informar, con las palabras que creamos que pueda entender, pero siempre diciendo la verdad, porque el niño lo va a descubrir de una forma u otra”, detalla.
– ¿Cuáles serían los signos de alarma a los que los adultos deberíamos estar más atentos tras vivir situaciones posiblemente traumáticas como un incendio?
Todo depende de cada niño o niña, es normal observar muchas emociones desbordadas, sobre todo tristeza, enojo, miedo, preocupaciones inmediatamente después de un evento así. Por ahí señales físicas como no dormir bien, pesadillas, los cambios en la alimentación también son normales pero si pasadas un par de semanas, por lo menos un mes, observamos que los síntomas continúan, se recomienda consultar a un profesional de la salud.
“También puede haber cambios en la conducta, observarlos más hiperactivos que lo usual o, por el contrario, más hipoactivos, sin ganas de hacer nada más que estar tirados. Las preocupaciones recurrentes también son un síntoma, preocuparse por todo, no necesariamente por los incendios, sino por todo, preocuparse de que vuelvan los papás a la casa, preocuparse por las mascotas, todas estas cosas, si persisten más allá del tiempo, hay que consultar”, insiste.
-¿Hay alguna manera de ayudarlos para calmar estos síntomas en los días posteriores al hecho?
– Sí, para prevenir esto se puede hacer alguna actividad o utilizar algún recurso de relajación antes de irse a dormir, o al momento del baño, ejercicios de respiración que los ayude a calmarse un poquito antes de dormir.
– ¿Qué recomendaciones le darías a familia con niños afectadas por los incendios?
Que en algún momento, cuando estén tranquilos, les pregunten a los niños cómo están. Preguntarles qué piensan, qué sienten, que el niño pueda hablar y estar abierto a responder sus preguntas. Otra cosa que sugiero es más tiempo de calidad con la familia, en estos momentos es cuando más necesitan de la familia más cercana. Y, cuando sea el momento, retomar rutinas, porque eso también da seguridad, confianza, previsibilidad, volver a las actividades, volver a las actividades extraescolares si el niño quiere, si está dispuesto, si la familia también quiere y puede. Y animarnos a buscar algún ejercicio de relajación, de respiración, un momento de distracción y de desconexión con el arte, para calmarse antes de dormir.
– ¿Y en el caso de los más pequeños, donde entablar un diálogo no sea tan fácil o no sepan cómo expresar sus emociones?
– Con ellos es muy importante estar atentos. La forma principal de llegar a ellos quizá no va a ser el lenguaje, sino lo físico, el abrazo, el beso, el mismo contacto que dijimos, y lo más importante el juego. Los niños, niñas de todas las edades, pero principalmente los más pequeños, a través del juego, descargan, simbolizan, entienden.
“Y acá no hay que dejar de considerar que los adultos, en estas situaciones, también necesitamos sentirnos acompañados, y que algo nos tranquilice, nos calme y nos ayude a estar más en eje para poder atender y acompañar a los niños y niñas. Una manera de ayudar a los pequeños es ocuparnos de nosotros, porque los niños y niñas perciben todo lo que el adulto de confianza siente”, cierra.